Las academias sudamericanas rompen barreras y forjan talentos emergentes en el fútbol de mujeres
Antonella Peralta contaba con 10 años cuando se fugó de su hogar para formarse en fútbol en una escuela solo para chicos, ya que no había opciones para las niñas. En la actualidad, se prepara en un equipo de Ecuador, que al igual que Colombia, posee una de las academias femeninas más destacadas de Sudamérica.
Peralta sonríe al evocar que esa escapada terminó al solicitar fondos a sus progenitores para costear las sesiones en su pueblo natal de Píntag, una zona rural cerca de Quito.
La osadía compensó, porque sus padres optaron por financiar su desarrollo deportivo y ahora, a los 16 años, actúa como mediocampista en la Sub-20 de Universidad Católica.
El fútbol "constituye un soporte esencial en mi existencia", declara a la AFP esta admiradora de la española Aitana Bonmatí, tres veces receptora del Balón de Oro, previo a su sesión en la capital ecuatoriana.
En el terreno de juego del club, chicas de 12 a 14 años ensayan pases y disparos a portería, una escena inimaginable hasta hace poco, cuando la preparación era solo para varones.
Sin embargo, las épocas evolucionan, aunque no con la rapidez deseada por muchas, y relatos como el de Peralta aún se repiten en una zona donde subsisten desigualdades entre el fútbol femenino y el masculino, tales como la inestabilidad en el empleo.
La ídola brasileña Marta y la promesa colombiana Linda Caicedo también iniciaron en plantillas de niños ante la ausencia de grupos y centros para damas.
Caicedo capitaneará a Colombia este viernes en la tercera fecha de la Liga de Naciones, el inicial filtro sudamericano para un Mundial, el de 2027, al cual Brasil accede como sede.
Jugar por pasión
Las academias femeninas en Sudamérica recibieron un impulso en 2019, con la implementación de una regla de la Conmebol que exige a los clubes varoniles calificados a Copas Libertadores y Sudamericana mantener un plantel femenino.
"Compitábamos por devoción al uniforme y al deporte, ya que no había remuneración. El fútbol carecía de pago hasta 2019", año en que debutó la Superliga femenina, narra la exatacante ecuatoriana Sonia Ferrín.
Actual entrenadora de la Sub-14 de Guerreras Albas, el equipo femenino de Liga de Quito, atestigua el avance de las categorías inferiores en Ecuador.
La nación andina progresa con paso lento pero constante, siguiendo a las dos líderes regionales, Brasil y Colombia, que aun así quedan atrás de Estados Unidos y los países europeos.
Ferrín, de 34 años, describe que en la reciente selección de jugadoras, al menos 70 muchachas acudieron diariamente a la Católica, un número superior al de antaño, para acceder a las divisiones de base, cruciales para refinar la habilidad y la condición física de las venideras deportistas.
"Diariamente surgen más chicas, más tempranas, que ya compiten en el primer equipo y poseen una preparación sólida", asiente la exjugadora venezolana Karla Torres, responsable deportiva del América de Cali.
El club colombiano, donde brilló Caicedo, cuenta con una escuela que creció de cinco alumnas en 2023 a 50 en este año, según Torres.
Más que solo fútbol
La exjugadora venezolana, que también arrancó en equipos infantiles, afirma que este auge afecta positivamente a otras carreras, como médicas, fisioterapeutas, psicólogas o nutriólogas, incorporadas por los clubes.
"Así también promovemos a las mujeres en el sector del fútbol", añade.
En las academias, las deportistas perciben el deporte rey como una vía profesional, pese a que la mayor parte de las expertas sudamericanas aún deben equilibrar el fútbol con otros oficios para subsistir.
"Progresivamente se suman más patrocinadores, más público, más respaldo y surgen más chances para dedicarse íntegramente al fútbol", opina la mediocampista colombiana Ivana Parra, de 17 años.
Aunque existen ya áreas dedicadas a ellas, los equipos, ahora voluntariamente, incentivan las formaciones mixtas o los duelos entre sexos.
"Nos favorece enormemente", indica Wladimir López, responsable de las inferiores de Universidad Católica.
A ellas les ayuda a "potenciar la agilidad" y la resolución rápida. A ellos, "se desmonta el prejuicio de que la mujer no es capaz, que es frágil (...) y así se eliminan esos sesgos machistas", concluye.