Futbolistas afganas en Marruecos convierten el exilio en un campo de lucha
Al tomar el control los talibanes en 2021, "deseé desaparecer", declara Manoozh Noori. Cuatro años más tarde, esta deportista afgana de 22 años ha competido en un campeonato en Marruecos con otras exiliadas, para quienes el fútbol se ha transformado en un símbolo de oposición y optimismo.
Antes de integrarse al conjunto de afganas refugiadas, la joven defendió los colores de su nación en la selección, un logro personal para la estudiante de gestión deportiva que debió superar el rechazo de sus hermanos para dedicarse al deporte.
Sin embargo, tras la ocupación de Kabul, las mujeres están vetadas de cualquier actividad deportiva y de representar al país, además de ser apartadas de las universidades y en buena parte del empleo, lo que la ONU califica como un "apartheid sexual".
Antes de escapar de Afganistán, Manoozh Noori, "angustiada", ocultó sus premios y distinciones en el jardín de la vivienda familiar.
"Me planteé: ¿Vale la pena continuar en esta nación? ¿Con personas que impiden a las mujeres educarse, deportivarse y realizar cualquier acción?", evoca la deportista, quien ahora reside en Australia junto a varias de sus colegas.
"Vitalidad" y "optimismo"
Formado de forma gradual desde mayo entre Australia y Europa, el grupo jugó a fines de octubre sus primeras confrontaciones globales en un certamen preparatorio en Marruecos.
Derrotadas por Chad y Túnez, pero triunfantes frente a Libia (7-0), las atletas impulsan una iniciativa que trasciende el ámbito atlético.
"En Afganistán ya no existe libertad, especialmente para las mujeres afganas. Pero ahora representaremos su voz", afirma a la AFP la atacante Nilab Mohammadi, de 28 años y con formación militar, quien también formaba parte de la selección nacional afgana.
"Para mí, el fútbol va más allá de ser un pasatiempo, encarna la vitalidad y el optimismo", agrega.
En Afganistán, "se les robó un anhelo" a las deportistas, "pero al ser avaladas por la FIFA, parte de ese anhelo se materializó", señala Mina Ahmadi.
"Esta experiencia fresca es un instante de alegría para nosotras. No acabará en breve, continuaremos progresando", afirma la de 20 años, que estudia medicina en una urbe australiana.
Aval de la FIFA
Aunque la FIFA no ha resuelto si este conjunto de refugiadas podrá participar en más encuentros internacionales, las jugadoras persisten en su afán de avanzar al máximo.
"Son mujeres excepcionales, resilientes y motivadoras. Han enfrentado innumerables obstáculos para disfrutar del fútbol", comenta a la AFP Aish Ravi, especialista en igualdad de género en el deporte.
"Este juego significa mucho más que entretenimiento, para ellas representa la emancipación", completa la estudiosa, quien colaboró con algunas atletas afganas al arribar a Australia en 2021.
"Adaptarse a un territorio ajeno donde no se ha nacido es complicado. Se echa de menos a la familia y los conocidos (...) Pero era necesario perseverar", relata Mina Ahmadi, quien aspira a integrarse a un club europeo y disputar un campeonato mundial con el equipo de exiliadas.
Para Manoozh Noori, la meta es evidente: que "este grupo obtenga el reconocimiento de la FIFA como la selección femenina oficial de Afganistán".